Seguramente hace unas semanas algún politicucho metido a presidente (llamémosle Z) mandaría un e-mail a algún magnate mediático (llamémosle P), con copia a la directora de alguna televisión pública (llamémosle C):
Querido P, nuevamente te necesito.
Estamos estudiando subirnos el sueldo este año un 25% para poder equipararnos a lo que ganan los mandamases alemanes y americanos (bueno, además tenemos que costear los gastos de nuestra mala gestión, y el derroche absurdo derivado de las promesas electorales -como las operaciones gratuitas de cambio de sexo en Andalucía para así ganarnos el importantísimo y creciente voto transexual-). Como ves siempre comprometidos en que el país se ponga al nivel de las primeras potencias mundiales en todo. Para poder afrontar tal desembolso ya hemos recortado gastos, disminuyendo las posibles inversiones en autovías, escuelas y hospitales; y obtenido fondos, vendiendo armas a países de democracias consolidadas, pero las cuentas siguen sin cuadrar. Necesitamos recaudar más dinero. Y ya sabes lo susceptible que es la gente si no lo hacemos bien. Por lo tanto pondremos en marcha un nuevo impuesto al consumo eléctrico, pero lo camuflaremos tras el bonito disfraz de una concienciada preocupación ecológica. Como la sociedad es un poco lenta para estas cosas necesitamos que le ayudéis a que se den cuentan de lo mucho que necesitan un impuesto así, y en lugar de rechazarlo lo defiendan como si les fuera la vida en ello. Ya podéis empezar a allanar el camino (martillearlos todos los días con advertencias de lo terrible que es para los ríos y los campos españoles el encender el ventilador).
Confío en que haréis un gran trabajo, ya sabes que no olvido los favores prestados.
Un fuerte Abrazo. Z.
P.D.: C actúa en consecuencia, y de paso intenta detener la sangría de telespectadores de una puñetera vez.
En Londres, hace unos meses, los gobernantes se sacaron de la manga un pago por circular dentro de la ciudad. Es decir, además de los numerosos impuestos que ya cargan la gasolina y la circulación, se inventaron otro para poder usar el coche en el downtown, con la excusa de reducir los atascos y la contaminación (justo donde se encuentran los centros de trabajo, por lo que la gente está obligada a ir allí cada día, y por lo tanto pasar por caja). Me fascinaba ver por TV como la gente aquellos primeros días en lugar de reflexionar y darse cuenta de que era una medida injustificada, la apoyaba acaloradamente. Y ahora, pasado el tiempo, con el mismo flujo de vehículos y embotellamientos que entonces, pero pagando, nadie pregunta a los políticos que demonios están haciendo con el dinero recaudado.
Aquí y en todas partes los gobernantes han aprendido hace ya mucho, que se puede anular el sentido común de las personas cuando lo deseen, y transformar su ira en ferviente apoyo, si se les aplica la dosis correcta diaría de atontamiento. Consumimos la energía que estrictamente necesitamos pues ni mucho menos la regalan.
Si se han quedado con ganas de mas (sois bastantes viciosillos, ¿eh?), uno de mis reporteros mas dicharacheros (Pakito alias “El granaino”) da su opinión al respecto: “No me jodáis”
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