miércoles, 26 de febrero de 2014

Los hombre fingimos mejor los orgasmos

Prueba científica demuestra cuando las mujeres fingen un orgasmo

Expertos científicos de la Universidad de Groningen, en Holanda, […] utilizaron unos lectores de actividad cerebral para demostrar que durante el orgasmo, diferentes áreas del cerebro son estimuladas, las mismas que no se activan si la mujer está fingiendo.

“Las mujeres pueden imitar bastante bien los orgasmos - dijo Gert Holstege en un encuentro sobre fertilidad- pero (cuando lo hacen), en el cerebro no está pasando nada realmente”.

Cuando las mujeres tenían un orgasmo genuino, se desactivaban las áreas del cerebro relacionadas con el miedo, la emoción y la conciencia. En cambio, esas áreas seguían en alerta cuando las mujeres fingían.

Para los hombres, las lecturas durante los orgasmos fueron menos concluyentes, de acuerdo con Holstege.

[vía cpn radio]

Como las hemorroides, los hombres sufrimos en silencio otro gran secreto, una verdad conocida y guardada por todos y que hemos ocultado a las féminas desde el principio de los tiempos: El sexo no nos gusta. Vamos por la vida simplemente mendigando un poco de afecto y compañía, comprensión, alguien con quien hablar, buscando a esa persona que sepa escucharnos, en resumidas cuentas: amistad. Y para conseguirlo no dudamos en pasar por un auténtico calvario.

Porque ellas no, ellas siempre van al grano. Las llevamos de noche amablemente al portal de su casa, les damos un decoroso y casto beso de despedida en la mejilla, mientras cruzamos los dedos para que no nos pida subir arriba a “tomar algo” (frase metafórica cuyo verdadero significado es “¿te hace un kiki?”). Como somos tontos pues nos dejamos embaucar, y al final pasa lo que pasa, por no decirles que no, por no herirlas, cedemos a sus chantajes emocionales y tenemos que estar allí 22 minutos haciendo puro teatro. El climax es el momento más temido: Porque no es nada fácil de repente, cuando llevas un cuarto de hora pensando que ese techo necesita otra manita de pintura, o entretenido con las divertidas sombras que proyecta la luz de la lámpara en el suelo, tener que simular extremo placer, poner caritas raras, e incluso lanzar algún gritito, para así hacer que la chica se crea que es una Diosa del Sexo o la nueva Teagan Presley. Nos merecemos un Oscar de la Academia por cada actuación. Y todo nuestros esfuerzos para dejarlas satisfechas y felices (de posturita a posturita cada cual mas extravagante -áquello se asemeja a un ejercicio gimnástico-) para que así quieran charlar un poquito y seguir con nosotros son en balde, porque cuando todo llega a su fin se quedan dormidas en un plis plas, y luego ya si te he visto no me acuerdo. Afortunado eres si al siguiente fin de semana no se ha liado ya con otro. No me extraña que esos lectores cerebrales no sean capaces de detectar que fingimos los orgamos, es una técnica que llevamos perfeccionando desde hace millones de años.

En cualquier caso todas estas calamidades las compensamos cuando nos casamos, pues el simple hecho de poder ir el día de nuestra boda al peluquero, vestir de etiqueta, ponernos super guapos, ser el centro de atención de la fiesta y sentirnos como un príncipe azul de cuento de hadas, sólo por esos motivos merece la pena seguir fingiendo toda la vida y aguantar a nuestra insensible esposa para el resto de nuestros días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario